La oscuridad de la fe

No solo la actual pandemia sanitaria nos está marcando a pie de calle en nuestros más íntimos sentires

Cada semana, cada día, es una nueva oportunidad que la vida nos brinda, Dios para quienes intentamos con esfuerzo mantener la llama de la fe encendida y seguir arrimando el hombro con un hálito de plenitud espiritual, con auténtica y verdadera pasión, esa pasión manifestada en Getsemaní y en el Calvario, aunque podamos considerar en lapsus de tiempo, que la actual situación social está impregnada de tintes "apocalípticos" por el dramatismo que está asolando al globalizado e internalizado mundo.

No solo la actual pandemia sanitaria nos está marcando a pie de calle a sangre y fuego en nuestros más íntimos sentires, haciéndose palpable no solo la debilidad del ser humano, sino la vileza y bajeza en determinados comportamientos y conductas, exentas de cualquier mínimo gesto de fraternidad y solidaridad, aunque siempre fue así, pero ahora en plena era de tecnificación nos habíamos crecido en un quimérico endiosamiento debido a la fragilidad y límites sensoriales ante el yugo aplastante del egoísmo y la envidia.

Envanecimiento que nos ha hecho volver en el silencio de la madrugada a mirarnos, sin maquillaje alguno, frente al vaporoso cristal del espejo y sentir los latidos del corazón, y ver que nuestra realidad estaba eclipsada por la frivolidad e inutilidad de un nocivo y tóxico ruido hueco, poniendo de manifiesto la altanería, la soberbia, el orgullo, la egolatría y ocultando todo lo bueno que nos trae la simpleza, la llaneza, la sencillez, la humildad y la modestia.

En este burocrático trance de la pandemia con la elaboración farmacológica de las vacunas y su distribución con sesgados criterios políticos han demostrado el boquete enorme para luchar en una misma línea de actuación y gobernanza, de forma consensuada, aunque sea en la noche oscura o en la oscuridad de la fe, pero que un hecho tan positivo para paliar los contagios, iure et de iure, se haya convertido con tristeza en moneda electoral y de división en nuestro cervantino país.

Ante tanta incertidumbre en extensión e intensidad personal y colectiva, resulta estresante y mortificante, y esta primavera más que en todas las otras primaveras, en esta Pascua más que en todas las otras Pascuas, tenemos que enfrentar la tremenda exaltación de esa verdad.

Me refiero a la verdad de la vigilia Pascual, de que la Resurrección es cuestión de fe y no de una falsa analogía de los sentidos o de las estaciones. En fin, siempre el amor será más fuerte que la muerte. Paz y Bien.

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