El último tren

La mirada del sheriff implacable que ha preferido trabajar para la ley estará en la pantalla, todos los días

La mirada fiera del sheriff implacable que ha preferido trabajar para la ley estará siempre en la pantalla, todos los días. Y como es eterno, todos los días hará el simulacro de tiroteo para los niños, hasta que vea, preocupado, a su hijo venir solo montado en un caballo, con una silla de montar muy especial. Una silla de montar de color negro con las iniciales CB. Volverá a la pequeña localidad de donde es sheriff y el padre de su mujer, que ha sido violada y asesinada por el hijo de CB y que es indio, le implorará. Vamos a buscar al asesino de mi hija, y haremos que muera lentamente, a la manera de los indios. Pero él dirá, lo haremos a mi manera. Y coge el primer tren que sale, el primer tren para Gun Hill. En ese tren esperará con frialdad a llegar al sitio maldito de donde proviene la silla de montar y buscará a su dueño, un antiguo amigo y socio. El dueño de la silla de montar, le dirá cada día, como en un sueño eterno que se repite siempre, vaya Matt, por lo visto si los asesinos de tu mujer entrarán por esa puerta, no podrías reconocerlos. A uno sí, dice Matt. Uno lleva un profunda marca en la mejilla derecha y esa marca tardará mucho tiempo en borrarse. Y esta tarde, la tarde aciaga de Gun Hill, antes de que llegue el último tren, se llevará dos hombres. Y uno de ellos llevará una marca en la mejilla derecha. Todo el pueblo ya ha apostado a que el forastero no llegará vivo a la noche. No llegará vivo si pretende llevarse al hijo de CB, Craig Belden porque en el pequeño pueblo de Gun Hill todo es de Belden, el hotel es de Belden, los bares son de Belden, los comercios son de Belden y hasta el sheriff está a las órdenes de Belden. Lo que yo sé, dice el sheriff de pacotilla de Gun Hill, es que dentro de cien años nadie recordará quién cumplió la ley y quién no. Pero se equivoca porque todo el mundo recordará a quien cogerá cada día al dueño del hotel por la corbata y le dirá amenazante, yo soy la ley. Y cuando, después de los tiroteos y el incendio del hotel, Matt Morgan o Kirk Douglas, saquen ambos al hijo de Craig Belden apuntándole con un rifle en la barbilla, recorrerán por última vez el sombrío camino que le lleva a la estación de tren, cada día, durante cien años, durante mil años, para, después de matar a todo el que trate de impedírselo, coger el último tren, el mismo que cogerá, siempre eterna y puntualmente, para volver al principio. The End.

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