El que no está conmigo está contra mí, dijo Jesucristo en un momento poco afortunado. Eso lo aplican, por ejemplo, en la tragedia de Gaza: los que se horrorizan de la matanza de niños y civiles son antisemitas y los que condenan el terrorismo de Hamas son islamófobos. Ante tan trágicos simplismos –interesados e hipócritas, claro está- queda ridícula la polémica entre carnívoros y vegetarianos, pero se basan en lo mismo, en que la equidistancia está mal vista. A pesar de que, al menos desde Aristóteles, sabemos que en el justo medio está la virtud.

En el caso de la comida –lo otro lo dejamos para columnas más sesudas- hay un dato irrefutable: los seres humanos somos omnívoros y cuanto más variada sea nuestra alimentación, mejor para la salud. Es verdad que en nuestras sociedades desarrolladas se consume demasiada carne, con frecuencia en forma de productos muy procesados y precocinados, lo cual es mucho peor. Los poderes públicos, los científicos y los médicos del ramo intentan que disminuya el consumo cárnico y aumente el de frutas y verduras. Pero chocan con la industria cárnica y con los forofos de “el que no esté conmigo…”. El caso es que ni campañas publicitarias institucionales, ni publicaciones científicas, ni recomendaciones del médico de cabecera consiguen que el personal rebaje su ansia de carne. Y encima va el presidente Sánchez y dice que “un chuletón al punto es imbatible”, cuando todo buen carnívoro sabe que poco hecho está más jugoso y sabrosón. Y la presa ibérica de bellota es aun mejor; lo difícil es encontrarla: que tenga la etiqueta negra.

Vamos al grano. La solución la ha encontrado Milei, que ha conseguido que baje un 17,6 % el consumo de carne en Argentina solo en el primer trimestre de este año. Según la Cámara de Industria y Comercio de Carnes de la República Argentina (Ciccra), el consumo de carne vacuna pasó de 50,5 kg/persona y año en marzo de 2023 a 42,6 en marzo del 24. Lo malo es que en el mismo período también ha bajado un 30 % el consumo de otro icono argentino, el mate. El presidente de Ciccra, Miguel Schiariti, poco sospechoso de rojo, dice que “el primer motivo es la pérdida de poder adquisitivo del salario, que en este primer trimestre fue del 10 %”. Lo malo es que los procesados de baja estofa (salchichas, burguer, kebab…) son muy baratos. Por eso cunde más la obesidad entre los más pobres.

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