La tapia del manicomio

Catorce o quince palmeras

Y una vez que estamos mirando a Cádiz, hay otras cosas que Almería debería imitar para nuestro provecho

No sabemos si al alcalde de Almería le gusta el flamenco, pero parece evidente que le gustan las palmeras. En esto no es muy original. Ni moderno. Las primeras largas hileras de palmeras en Almería se plantaron en los años cuarenta, en el parque -entonces- de José Antonio, ahora de Nicolás Salmerón. Más recientemente sólo hay que observar el continuum que va desde El Parador hasta el Puerto de Roquetas o los bulevares de Vicar y La Mojonera, bueno, o de cualquier lugar de España. Los viveros de Elche o Túnez llevan décadas que no saben dónde meter los billetes. Volviendo a nuestra capital, en el último mes y en el centro de la ciudad se están viendo diversas "preinstalaciones" de alcorques -o instalaciones ya realizadas- de palmeras, al menos en dos sitios donde hasta ahora no las había: la plaza de Careaga y el callejón que va desde Arapiles a Reina Regente.

La pregunta sobre la afición al flamenco de nuestro primer edil no es retórica. Chano Lobato cantaba por bulerías de Cádiz: "Plaza de la Catedral / es un verdadero encanto / porque se asemeja mucho / a Melilla con su campo. / Tiene su zoco y mezquita / infinidad de palmeras / y con el tiempo tendrá / catorce o quince chumberas". Esta letra no procede del estro de algún vate local sino de las bulerías del tío de la Tiza que grabó Miguel Vargas y que tienen origen en los tanguillos de un coro de carnaval del siglo XIX. Para que vean ustedes como la afición municipal por las palmeras no es de anteayer precisamente. Por cierto, la plaza de la Catedral de Almería le saca ventaja a la de Cádiz: tiene veinticuatro y son mucho más altas. ¡Hala!

Y una vez que estamos mirando a Cádiz, hay otras cosas que Almería debería imitar para nuestro provecho. La principal es el interés por mantener un pasado que fue más que esplendoroso y que, aún en la decadencia, le da un estilo y un señorío de cuya conservación depende su futuro. Almería nunca fue rica. Quizás algo en los siglos IX y X cuando el cultivo y tejido de la seda, pero con todo y con eso, hasta hace cincuenta o sesenta años, mantenía un buen ver de mocica pobre pero limpia y honrada. La especulación de los sesenta y setenta la destrozó y aquel encanto se fue a los bolsillos de constructores profesionales y aficionados bien amarrados a la teta del franquismo. Consolémosnos, ahora al menos hay algunos grupos de ciudadanos que, con mucho tesón, se esfuerzan en recuperar algo de su pasado. Sin raíces no prospera una planta.

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