Espiral política

El sistema democrático en España está dañado al no afrontar la realidad de este país desde la praxis política

Estimados y apreciado lectores, tras una semana intensa en noticias, lo primero que me viene al corazón es mostrar gratitud y felicitación al Grupo Joly y en concurrencia a todos cuantos forman parte de esta gran familia del Diario de Almería por el décimo aniversario de tan feliz creación de este medio de comunicación social en la milenaria e indaliana provincia almeriense, así como a quienes han sido distinguidos en su sexta edición de premios por ser acreedores en valores humanísticos y carreras profesionales, siendo estas personas premiadas un excelente ejemplo para la sociedad civil.

Una semana entretenida, como casi todas, que se ha caracterizado a nivel político nacional, especialmente por el "irreal decretazo", contraviniendo la doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo en el tema de las "hipotecas"; la huida política de la buena diputada Cospedal por presuntas "amoralidades" de conversaciones con tintes de peliculero espionaje con un ex policía; la decisión desacertada de la Audiencia Provincial de Barcelona echándole la culpa al benemérito Guardia Civil por su actuación el 1-O, ¡que no fue ponderada!; y sí no teníamos poco para entretenernos en frivolidades, un "francotirador facha" tras una majadería en el whatsApp, quería cometer un presunto magnicidio contra el Presidente del Gobierno. A nivel autonómico, las elecciones del 2 de diciembre están presentes con gracejo en cualquier acción, intentando rapiñar un voto con sonrisas y propuestas tipo "subasta", sí uno rebaja un impuesto, el otro te lo rebaja más o te lo quita.

El sistema democrático en España está dañado al no afrontar la realidad de este país desde la praxis política en la gestión y buena gobernanza basada en los intereses generales y sociales, y no desde visiones populistas, sesgadas y antagónicas, que en vez de aunar posicionamientos y sentimientos, cada paso que dan es para disgregarnos y crear un ambiente de irascibilidad a pie de calle ante la falta de seguridad jurídica en las decisiones gubernamentales y, en ocasiones, a nivel jurisprudencial por la excesiva servidumbre de las altas magistraturas del Estado, al ser elegidas estas por sentires políticos afines y no profesionales.

La espiral política en España, o se regenera o sufrirá una catarsis, cuyo futuro mediato no será nada halagüeño, quedando en "aguas de borrajas" toda la grandeza que nos ha traído la democracia.

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