Opinión
Referentes en inclusión
Hoy es traigo otro tema que a buen seguro hará las delicias de mis amiguitos los negacionistas: El Cambio Climático. La diferencia con la Memoria histórica o con la violencia de género, es que en este caso tienen una defensa argumental más difícil y complicada. Porque el insigne político ultramontano, cuando sale a cabalgar emulando al Cid Campeador y vuelve del color de un salmonete y con la cabeza como la cresta de un gallo ¿En qué puede basarse para negar la evidencia? O cuando el aguerrido agricultor, tan tradicional y conservador, ve como se le secan los cultivos por la falta de lluvia y que, al día siguiente, acaba su campo como un lodazal por una tromba de agua, entonces se tira de los pocos pelos que le quedan, porque ni sacando la patrona en procesión le salvará de su ruina, y se pregunta ¿Pero esto es, si me dijeron que no había cambio climático?
El cambio climático ya está aquí y ha venido para quedarse. En los últimos diez meses se han contabilizado las temperaturas más altas desde que hay registros. Y ya me barrunto que los más listos me dirán que desde que se formó la Tierra ha habido muchos cambios de clima y la desaparición de especies enteras, como la ocurrida con los dinosaurios al final del Cretácico, hace 66 millones de años. La pequeña diferencia es que mientras esas anteriores devastaciones fueron por causas naturales, en el presente caso, el cambio se produce por la voracidad destructiva del hombre, que se ha dedicado en los dos últimos siglos, desde la revolución industrial, a consumir recursos energéticos, a esquilmar metales, a urbanizar alicatando tierras fértiles, a contaminar mares y ríos con toneladas de plásticos, a soltar gases tóxicos a la atmósfera, a no dejar títere con cabeza, con tal de satisfacer sus ansias de riqueza.
La comunidad internacional se ha puesto las pilas y está intentando convencer a países y gobiernos del mundo para que desarrollen políticas que mitiguen los efectos del cambio climático, promoviendo el uso de energías renovables para cambiar el modelo energético, con un horizonte en 2050 o 2100. Pero las consecuencias de todo esto ya están aquí y las vamos a seguir sufriendo en el futuro. En el peor de los casos puede que incluso desaparezcamos, lo que sería todo un mérito para que nos ganáramos el título de tontos de capirote.
Mientras tanto, los negacionistas a lo suyo, que mientras hay vida, hay esperanza, aunque para ellos, para lo suyo, no exista remedio.
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