Si no hay mata, no hay patata

La música

Es un lenguaje universal entendible por todos los seres humanos; sin importar la cultura, sexo o procedencia

De los múltiples inventos humanos la música es, sin lugar a duda, el más universal de todos. En todas las épocas, desde que el hombre hace su aparición en este mundo, hay evidencias musicales, como las flautas de hueso prehistóricas, las flautas de pan, tambores, arpas, crótalos, laúdes, liras o fídulas; y también tenemos evidencias de notación musical, como las procedentes de Babilonia de hace más de 4.000 años.

La música tiene la capacidad de transmitir emociones mejor que ningún otro arte, sin menos precio de la poesía, con la que guarda una estrecha relación. Es un lenguaje universal entendible por todos los seres humanos, independientemente de su cultura, de su lugar de nacimiento o de su educación. Es capaz de transportarnos a universos imaginarios, de remover nuestras entrañas y de evocarnos recuerdos y sentimientos de lo más variado: de alegría, tristeza, melancolía, pasión, belleza, nostalgia, morriña, miedo, suspense, éxtasis, emoción…

Seguro que cada uno de ustedes tienen una música que les trae recuerdos del pasado. La de su infancia, con la ‘Gallina Turuleca’ de los payasos, las nanas y canciones de cuna de los abuelos o las primeras canciones aprendidas en el cole; en la época adolescente, donde empezamos a explorar el mundo y nos comemos la música del momento; o cuando se producen cambios vitales, como contraer matrimonio, tener hijos o la desaparición de nuestros mayores. todas ellas forman un recuerdo indeleble que, al escucharlas de nuevo, nos retrotraen a esa época. Con todo ello vamos formando la banda sonora de nuestra vida, al mismo tiempo que establecemos vínculos con la gente de nuestra generación y marcamos diferencias con personas de otras edades, mayores o más jóvenes.

Por fortuna la variedad de estilos musicales es inmensa y satisface a todos los gustos: del Pop al flamenco, la clásica, el jazz, el dixie, el blues, el Funky, la rumba, el bolero, las baladas, el rap, el reguetón… hasta la poco valorada música de ambiente del ascensor o la de la llamada en espera del teléfono. Yo, particularmente, suelo y me gusta escuchar de todo sin muchos prejuicios, porque en todos los estilos encuentro obras que por diversos y desconocidos motivos me hacen vibrar, remueven mi diapasón interior, me conectan con sentimientos, me emocionan, me hacen sentir que estoy vivo y en conexión con mi universo y con el de otras personas. Si me admiten un consejo ¡Pongan música en su vida!

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