Cada cual se despide de una fiesta como más le place: el abanico será tan amplio como posibilidades se nos ofrezcan. Así somos los humanos: plurales en lo planificado, pero también en lo improvisado. No es contra esa pluralidad donde hoy me posicionaré; pero sí que voy a apuntar con mi dedo hacia comportamientos que son cualquier cosa menos dignos de ser tenidos en cuenta por la audiencia. Me refiero a lo poco educados que estamos para saber asimilar con naturalidad los resultados del esfuerzo y dentro de los parámetros que deben acompañar a una vida sana y fortalecida en la convivencia. ¡Y la contra educación que recibimos auspiciada por la actualidad informativa!

Me impactó, otra vez, ver cómo hubo quien se despedía entre lágrimas después de la eliminación de su equipo en el pasado Mundial de Catar. Como podréis imaginar, no es por sus lágrimas mi sorpresa: las despedidas siempre son dolorosas, pero no podemos cebarnos en su no aceptación. Porque la alternativa, ¿cuál es? ¿La celebración obscena de quien tampoco sabe ganar? Porque indecoroso es, cuando menos, usar el trofeo que recibes por haber sido el mejor en tu puesto y lo simulas como prolongación de tus genitales. Nunca esas acciones estuvieron inspiradas en la imagen de su colega, el futbolista iraní Amir Nasr-Azadani, ignorada durante todo el campeonato su condena a muerte por defender la libertad de opinión de las mujeres en Irán. Creerse humillado en la derrota es no haber comprendido nada; y eso se reflejan en esos movimientos de cabeza negando la realidad y con los ojos puestos en ese espectador imaginario que has situado en la grada y de quien buscas su comprensión. Pero no encuentras consuelo, porque has perdido tú, y ese consuelo lo debes encontrar en tu equipo…, que lo has dejado olvidado en el campo. Porque habéis perdido todos, porque todos jugabais. Al igual, en la victoria, la prudencia siempre será una guía. ¡Cuántas veces somos recompensados por quienes nos rodean por el único hecho de ser uno más del grupo! Porque sin nuestro entorno no somos nadie: ni para lo bueno ni para lo malo. Es lo importante: reconocerte en el grupo… pese a que tus ingresos te mantengan distante. En estos días es bueno reflexionar sobre este tipo de cosas: naces en un establo, y terminas siendo referente para citar las dataciones históricas. Claro, pasando por La Cruz, y no por platós como estrellas rutilantes.

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