Metafóricamente hablando

Quién dijo que la vida es corta

En esos momentos de duermevela en los que se confunde la realidad con los sueños, en los que las imágenes y las ideas confluyen en un lugar de la mente inaccesible a la conciencia y el sueño le rehuía como una amante desdeñosa, pensó que su vida había pasado como una exhalación. Sentía su vida como una fotografía fija: en primer plano la actualidad, y al fondo una historia insignificante, como un paisaje difuminado. Cuando cayó de nuevo en el sopor creyó escuchar una lejana música de acordeón, y sintió que toda su vida había sucedido en una décima de segundo. De repente apareció en su mente la imagen de aquel acordeón que sonaba en la distancia, comenzó a desplegarse, y del primer pliegue de su fuelle salió una bellísima música de los Balcanes que a ella le fascinaba, enseguida se sucedieron imágenes de viajes, reuniones y comidas con familiares y amigos, películas, e incluso libros que le habían dejado una huella indeleble en el corazón. Antes de que se diera cuenta se abrió el siguiente y de su interior salía otra melodía, de nuevo surgieron imágenes y vivencias unidas a la música que habían caído en el olvido largos años, experiencias compartidas con personas queridas y olvidadas, más libros, más música, más cine, más sabiduría. Y otro pliegue desplegado le trajo imágenes escondidas en los rincones de la memoria, y las Cuatro Estaciones de Vivaldi sonando como un susurro entre el llanto de un bebé, los juegos de unos niños, más lectura, más viajes, más experiencias, amigos que se reencuentran, un tsunami de emociones que hacían temblar su alma. Un nuevo pliegue desplegado al son de un tango le provocó un nudo en la garganta y un vuelco del corazón, se abría ante sus ojos una incógnita de futuro, un amor, una esperanza de vida, una camino que comenzaba y otro que dejaba atrás. Sigue la música en sus oídos, el fuelle del acordeón se abre de nuevo y siente escalofríos, revive enamoramientos e ilusiones, ahora al son de los valses de Strauss que suenan cuando el acordeón expulsa el aire que ha aspirado al abrirse, libros de texto, largas noches de insomnio, nervios antes de los exámenes, fiestas de estudiantes, días eternos de veranos intensos. Un silencio precede el fin de la partitura, imágenes desvaídas de una infancia lejana, niños corriendo, juegos en el recreo y en la plaza, días calurosos combatidos con baños lúdicos en el rio, veranos con los abuelos, amigos de temporada que nunca volverían a verse, escucha la música de los bailes populares, melodías de moda, pasodobles, valses o tangos que pocos sabían bailar, y niños ajenos a ellos inmersos en sus fantasías infantiles. De pronto el acordeón se entreabre un poco para dar la nota final, es un sonido como el del oleaje, los susurros junto a ella salen de personas sin rostro, y piensa: ¿Quién dijo que la vida es corta?

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