Ni religión, ni fútbol, ni política

La sensibilidad siempre le gana a la razón y, esencialmente, somos sensibilidad antes que razón

Son muchas las casas donde aún se sigue esta regla que da nombre a nuestra columna de hoy: "ya sabéis que hoy viene visita, ¡y para seguir conservando la amistad, queda terminantemente prohibido discutir de religión, o de fútbol, o de política!". En las que no se sigue, se suelen perder muchas amistades por el camino. Se trata de cuestiones donde la sensibilidad siempre le gana a la razón y, esencialmente, somos sensibilidad antes que razón. Esto es algo que puede ser conmovedor desde un punto de vista poético, pero con una carga definitivamente trágica, porque trasciende las ideas y las personaliza de tal modo, que es imposible no ofender ni sentirte ofendido cuando se realiza un argumento que deja poca salida satisfactoria a alguna de las partes.

Y es así que no hay que haber estudiado nada de teología, ni haber practicado fútbol, ni haber leído un programa político, para tener una opinión que exija ser respetada. Creo recordar que fue Gustavo Bueno quien, en un debate en tve, calló a una persona en un segundo turno de intervenciones al escuchar su primera frase: "está usted repitiendo lo ya dicho: cállese y escuche ahora a quienes hemos estudiado el problema". Y es que hay realidades que, aunque no las queramos, nos envuelven y no podemos evadirnos de ellas: durante los años del Concilio Vaticano II todos los diarios y crónicas informativas eran puramente religiosas; en estos días de Campeonato del Mundo, el fútbol nos llena todos los rincones informativos; en época electoral (¿únicamente entonces?) la política nos satura con enfrentamientos entre políticos.

Esta saturación hace que no leamos teología para justificar nuestra creencia o increencia; no leemos la historia del Madrid o del Barça para disfrutar con los logros o penurias de unos y otros; ni leemos programas políticos para descubrir diferencias entre las propuestas o las incoherencias con lo realizado en mandatos o legislaturas anteriores. Y es esa saturación la madre de nuestra ignorancia: una ignorancia que se ve acrecentada por el hecho de discutir por discutir, sin unos argumentos que se vayan renovando. Pero, sobre todo, porque somos creyentes, del Athletic Club y de Izquierdas, desde el profundo convencimiento de que nada nos va a hacer cambiar. Pero ni falta que hace; estudiar teología, deporte o política, no es para convencer a nadie: ¡es para respetar a todos los que no piensan como tú!

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