Este año, el día grande de nuestra tan querida Virgen del Rocío ha sido noticia tanto por la alegría de su llegada para tantos y tantos andaluces y españoles, como por el sermón que pronunció el obispo de Huelva para celebrarlo; y esto me apena porque lo que en él se oyó, no solo es que excediera del cometido, es que sonaba a lo contrario que hoy, me parece, necesita esta sociedad para afrontar lo que pueda venir y a una España que no reconozco, ni creo que reconozca nadie que haya nacido en la España democrática, porque lo que yo veo cuando nos miro es un pueblo respetuoso que acepta la diferencia y celebra el derecho al libre desarrollo de las personalidad; a una sociedad, por siglos y a pesar de muchos que ya no están con nosotros y de otros que si lo están pero parecen pertenecer a épocas muy antiguas, solidaria, valiente y generosa que vive y deja vivir. Así que, como con tanto acierto ha dicho Pablo Ordaz en su columna del pasado día 8, siento que "delante de una multitud, con la televisión en directo y en plena campaña, monseñor pudo abrir los brazos pero prefirió empuñar la espada."

Y lo siento porque quiero una tierra donde nadie tenga que ver sufrir a sus hijos porque no pueden amar públicamente a quien su corazón, su cuerpo y su alma les pida hacerlo.

Porque quiero una tierra donde un padre no tenga que abrazar tan fuerte como pueda a un hijo que le dice llorando que por más que busca no encuentra que mal le hace a la sociedad por querer vivir, sentir y lucir como le reclama esa libertad que tantos le hemos dicho, y les seguiremos diciendo, que es un regalo de valientes personas que nunca dejaron de creer que una España libre, plural y en paz era posible. Porque quiero una tierra que se revuelva contra la desigualdad, que no vea diferencias en lo que somos sino solamente en lo que hacemos y en la que ninguna mujer viva con la desventaja de no ser vista como un igual por quien es su igual y mucho menos tema por su vida. Porque quiero una tierra que esté al lado de las personas acompañándolas, no dirigiéndolas. Porque quiero una tierra con futuro en la que las voces públicas se muestren preocupadas por lo público de nuestras vidas, no por lo íntimo, no por quien nos acompaña en este breve regalo que es la vida y por cómo lo hace, y que se ocupe de que siempre encontremos asistencia y apoyo en el sistema público que mantenemos económicamente con tanto esfuerzo. Y porque quiero una tierra donde no encuentren cómodo encaje discursos que separen, polaricen, enfrenten o excluyan. Lo que hoy nos hace falta es escuchar que hemos sido y somos un gran país y creérnoslo, como se lo creen otros muchos países cuya historia jamás ha brillado como lo ha hecho la nuestra. Les dejo con unas palabras de quien fue un enamorado de esta Nación, Gustavo Bueno: "Se suele oponer Europa a España, pero España es Europa antes que otras muchas naciones."

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