Grandeza

Si España importa, la lealtad y el respeto a la ciudadanía, deben recuperar la posición que el cainismo ha arrebatado

Con gran probabilidad, este último lustro aparecerá en las futuras listas de nuestros periodos políticos a olvidar y, sin duda, algunos de sus episodios son excelentes candidatos a formar parte de los momentos más groseros de nuestra Democracia, por ejemplo, ese en el que una señora diputada dice que le importa "un comino" la gobernabilidad de España. Sublime, tan sublime que desfonda. Y es que, aún siendo un país que, como dijo el gran orador Emilio Castelar, ha dejado "en todas partes testimonio de su nativa grandeza", parece que nos es inevitable olvidar, cada cierto tiempo, que esa grandeza viene de tener presente que, también en palabras de Castelar, "todo cuanto hemos querido y todo cuanto hemos respetado en el mundo, pertenece a esta nuestra tierra". Y, ante esto, una pregunta; ¿Será nuestro sino la difícil gobernanza?: hay quien así lo creyó al observarnos.

Por ejemplo, el célebre hispanista británico, Gerald Brenan, concluía esto en su obra "El laberinto español": "Así pues, el principal problema político ha sido siempre el de alcanzar un equilibrio entre un gobierno central eficaz y los imperativos de la autonomía local. Si en el centro se ejerce una fuerza excesiva, las provincias se sublevan y proclaman su independencia; si esa fuerza es insuficiente, se retiran sobre si mismas y practican una resistencia pasiva. En sus mejores épocas, España es un país difícil de gobernar".

Y Sebastiano Foscarini, embajador de Venecia en Madrid en el siglo XVII, informaba así:

"Se diría, para terminar, que aunque los españoles tienen ingenio, capacidad y medios suficientes para restaurar su país, no lograrán hacerlo; y aunque enteramente capaces para salvar su Estado, no lo salvarán, porque les falta voluntad de hacerlo".

Pero, aunque nuestra historia política tenga muchas sombras, también tiene espléndidas luces, como la Constitución de 1812 o la Transición, y es otra de esas luces lo que, sin más demora, necesitamos ver salir de nuestro Parlamento porque son muchos los desafíos internos que, apremiándonos cada vez más, llevan demasiado tiempo sin encontrar sitio alguno en su tribuna y porque sobrevuelan numerosos riesgos globales ante los que solo nos vale una planificación serena, honesta y de mirada larga pues, frente a ellos, nuestra sensibilidad es muy superior a nuestra capacidad de influencia: pensemos en las tensiones bélicas entre EE.UU e Irán, en una eventual implosión de América Latina o en la negativa de los grandes contaminadores a implementar medidas destinadas a reducir los efectos del cambio climático. Tenemos gobierno, y lo tenemos con los mimbres ofrecidos al PSOE, ni más ni menos . Y llegados aquí, si España importa, la lealtad y el respeto a la ciudadanía deben recuperar la posición central que el cainismo reinante en nuestra más alta clase política les ha arrebatado.

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