El callejón del gato

Lo que se esperaba

No es nuevo que mientras mandan a la tropa a jugarse el pellejo en la batalla, los generales permanezcan en la retaguardia

Por una parte pienso que si yo mismo apago la televisión cansado de escuchar opiniones de versados tertulianos sobre la situación de Cataluña, a quien le puede importar lo que escriba sobre el tema en esta columna. Pero por otra, habida cuenta de que por más que quiera pensar en las musarañas, lo sucedido ayer en Cataluña invade mi pensamiento, no me queda más remedio que recurrir a los acontecimientos del domingo si quiero cumplir con mi compromiso de los martes. Empiezo asumiendo todo lo que se ha dicho sobre los excesos de las cargas policiales y no es cuestión de que lo repita. Las imágenes eran sobrecogedoras y reprobables, pero, eso sí, estaban en el guión. Quiero decir que pasó exactamente lo que yo me temía y no soy ningún adivino. Pero si Puigdemont lleva semanas desafiando con la celebración de un referendum ilegal, Mariano Rajoy fumándose un puro en la poltrona, y en Cataluña se produce un desembarco de las fuerzas armadas para impedirlo a toda costa, díganme ustedes si no eran predecibles las imágenes que ilustraron las portadas de la prensa del día siguiente. De lo que se veía venir, tampoco eran ajenos los miembros del gobierno de la Generalitat a la vista de su comportamiento el día clave. Conscientes del riesgo que corrían yendo a votar a sus respectivos colegios, se inventaron la fórmula del voto sin control para que cada cual pudiera depositar su `papeleta donde le viniera en gana. De esa manera podían burlar a los agentes de la policía o de la Guardia Civil que, por lógica, estuvieran esperando la llegada de los máximos responsables del envite. Puigdemont, en cuyo colegio de Sant Juiá de Ramí irrumpió un alto dispositivo de la Guardia Civil, en lugar de dar la cara, se escabulló temeroso y votó sin impedimento alguno en Cornellá de Terri donde nadie lo esperaba. Por su parte, el vicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, cuya foto también ha sido divulgada, ha asegurado ante los medios que también ha podido votar, aunque no ha desvelado dónde. Se supone que en cualquier sitio menos en San Vicenc dels Orts, lugar donde reside y fue alcalde. Contrastan las imágenes de muchos votantes de buena fe librando una batalla frente a la Guardia Civil para poder votar, y la de los ilustres personajes que han provocado la contienda votando sin despeinarse. En fin, no es nada nuevo que mientras mandan a la tropa a jugarse el pellejo en la batalla, los generales permanezcan en la retaguardia.

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