Pronto se inundó la calle de butacas, mecedoras y sillas, cada quien se acomodaba a sus necesidades.

Esos cuentos de lobos feroces, brujas feas y madrastras malvadas le provocaban un miedo insuperable.

Cayó la noche y la oscuridad se apoderó del barrio, pensó si estos serían "hijos de un dios menor".

De pequeña pensaba que el ser humano era inmortal, y sobretodo superior al resto de animales que poblaban la tierra.

Nunca se lo contaron, la humillación se sufre en silencio, es invisible, pero marca tanto como la pobreza.

Arrojados al mundo como bolas incandescentes que se apagan anegadas en un mar de lágrimas.